lunes, 20 de junio de 2011

La sonata a Kreutzer

En su Opus 47, Ludwig van Beethoven, da a  conocer la sonata para violín y piano n.o 9, más comúnmente conocida como la Sonata de Kreutzer. Esta obra fue de gran trascendencia a nivel artístico, ya que inspiró al famoso pintor René Prinet y al escritor que hoy nos reúne, León Tolstói, entre muchos otros; su influencia más recientemente ha llegado hasta el ballet.
Sin embargo, esta pequeña reseña trata sobre el libro que lleva el mismo título que la sonata n.o 9 de Beethoven, una obra de talante moralista por antonomasia, revolucionaria y única a la hora de tocar el tema de la sexualidad. Su carácter revolucionario llegó a ser tal que la obra fue censurada y prohibida tanto en EE.UU. como en la Rusia natal del autor.
Probablemente esta pequeña narración quede eclipsada por las más conspicuas obras del mismo autor (Ana Karenina & La Guerra y la Paz), no obstante es digna de atención y tiempo. Para mi sorpresa, Tolstói hace una lectura sobre el rol femenino en su sociedad (Rusia Zarista al final del siglo XIX) que es digno de análisis; aún sin compartir muchas de las declaraciones del afamado escritor, debo admitir que sus afirmaciones son sorprendentes.
El tema es la sexualidad, y más precisamente la abstinencia sexual. Un hombre narra después de una relativamente extensa introducción, el por qué del asesinato de su esposa, llevado a cabo por sus propias manos. Como ya se dijo, es un tratado moralista, con opiniones poco frecuentes, las cuales deben ser leídas a la luz de la biografía del escritor – por la naturaleza de este artículo no se llevará a cabo la nota biográfica – para poder desarrollar cierta empatía de esa que es tan importante previo a emitir un juicio.
Termino así el proemio y les dejo con dos fragmentos de la obra – uno más largo que otro –  que defiende todo lo precedente y espero los incite a leer este gran libro.


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I

Ustedes afirman que las mujeres de nuestra sociedad tienen intereses distintos a los de las mujeres de las casas de lenocinio. Yo digo que no, y voy a probárselo. Si los seres difieren entre sí según el objeto de su vida, según su vida interior, eso debería reflejarse también en su exterior, y su exterior será diferente. Pues bien; compare usted a las miserables, a las menospreciadas, con las mujeres de la más alta sociedad; el mismo vestir, las mismas modas, los mismos perfumes, la misma desnudez de brazos, de hombros y de pecho, el mismo polisón, la misma pasión por las piedras preciosas, por los objetos brillantes y muy caros, las mismas diversiones, bailes, músicas y cantos. Las primeras atraen por todos los medios; las segundas también. ¡Ninguna diferencia, ninguna! En severa lógica, lo que hay que decir es que las prostitutas a corto plazo son generalmente menospreciadas, y las prostitutas a largo plazo, estimadas.

 II

— ¿Se ha hecho usted cargo de que sólo de esto dimana ese poder de las mujeres, bajo el cual padece el mundo?

— ¿Cómo, el poder de las mujeres? —dije yo—. ¡Si los derechos están principalmente del lado de los hombres!

— ¡Si, sí, eso precisamente! —me interrumpió—. Eso es lo que yo quiero decir, y lo que explica el fenómeno extraordinario de que por un lado la mujer se vea reducida al último grado de humillación, y que por otro que impere. Así como los judíos con el poder del dinero se vengan de su servidumbre, así hacen las mujeres. "¡Ah! ¿Queréis que no seamos más que mercaderes? Como mercaderes, nos haremos dueños de vosotros", dicen los judíos. "¡Ah! ¿Queréis que no seamos más que objetos de sensualidad? Muy bien. Mediante la sensualidad, os doblegaremos bajo nuestro yugo", dicen las mujeres. La falta de derechos de la mujer no consiste en no poder votar o ser juez. Cosas que tampoco constituyen un derecho, sino en que no es igual al hombre en sus relaciones sexuales, en que no tiene el derecho de usar del hombre y abstenerse de él, el derecho de elegirlo, en vez de ser elegida. Dice usted que eso sería abominable. ¡Bueno! Entonces que tampoco el hombre tenga esos derechos. Pero el caso es que ahora la mujer está privada de este derecho que tiene el hombre. Y entonces, para compensar esta falta de derecho, actúa sobre la sensualidad del hombre, lo subyuga por la sensualidad, de modo que él sólo elige formalmente, pero en realidad quien elige es la mujer. Una vez en posesión de sus recursos, abusa de ellos y adquiere un poder terrible.

—Pero, ¿en dónde ve usted ese poder excepcional?

— ¿En dónde? Pues en lo que quiera, en todo. Visite usted las tiendas de una gran ciudad. Allí hay millones y millones; allí es imposible estimar la enorme suma de trabajo que se consume. ¿Hay algo para uso de los hombres en las nueve décimas partes de esas tiendas? Todo el lujo de la vida es exigido y sostenido por la mujer. Examine usted las fábricas. La mayoría producen adornos inútiles: coches, muebles, juguetes para la mujer. Millones de hombres, generaciones de esclavos, mueren destrozados por aquellos trabajos forzados, tan sólo por los caprichos de las mujeres. Las mujeres, a modo de soberanas, guardan como esclavos sujetos a un duro trabajo a las nueve décimas partes del género humano. Y todo porque se las ha humillado, privándolas dé derechos iguales a los nuestros. Y entonces se vengan explotando nuestra sensualidad y atrapándonos en sus redes. Sí, a eso se reduce todo. Las mujeres se han transformado a sí mismas en un arma tal para dominar los sentidos, que un hombre ya no puede permanecer sereno en su presencia. En el momento en que un hombre se acerca a la mujer, inmediatamente queda bajo el influjo de ese opio y pierde la cabeza. Desde hace mucho me sentía yo desasosegado cuando veía una señora bien aderezada, en traje de baile, pero ahora esa vista me causa pura y simplemente terror. Veo algo peligroso para los hombres, algo contrario a las leyes, y me dan tentaciones de llamar a un guardia, de pedir protección contra el peligro, de reclamar que se quite de en medio aquel objeto peligroso. Usted se ríe —me gritó—, pero el asunto no tiene nada de gracioso. Estoy seguro que ha de venir un día —y quizá no esté lejos— en que se asombrará la gente de que haya podido existir una sociedad donde se permitan hechos tan atentatorios contra la tranquilidad pública como el de adornarse el cuerpo de la manera que se les permite a las mujeres para provocar la sensualidad de los hombres. Es lo mismo que poner trampas a lo largo de las vías públicas o en los paseos. ¡No!, es peor. ¿Por qué se prohíben los juegos de azar y no se prohíben las mujeres especialmente ataviadas para excitar a los hombres? Son mil veces más peligrosas.


Pueden acceder al libro haciendo click aquí.


jueves, 9 de junio de 2011

Rodrigo Facio Brenes sigue descollante

Conmemoran su obra a 50 años de su muerte
Lidiette Guerrero Portilla

Rodrigo Facio Brenes fue profesor en la Escuela de Derecho y en la de Ciencias Económicas y Sociales, donde además ocupó el puesto de vicedecano y decano y por nueve años el de Rector de la UCR (foto: archivo familiar)


Pensador original, auténtico visionario, un apasionado por la libertad, el verdadero ideólogo de la clase media de este país, el constituyente mejor preparado son algunos de las ideas que se destacaron al evocar la figura de Rodrigo Facio Brenes y su ideario, durante una mesa redonda que se efectuó este 7 de junio en el auditorio de la Escuela de Estudios Generales, como parte de la Jornada de reflexión Rodrigo Facio Brenes, 50 años después. Vigencia de su obra y pensamiento, organizada por la Vicerrectoría de Investigación de la UCR.
En esa actividad conmemorativa de los 50 años de la muerte de Rodrigo Facio en 1961 participaron  el Dr. Alex Solís Fallas, profesor de la Cátedra de Derecho Constitucional, de la Facultad de Derecho; el M.Sc. Luis Guillermo Solís Rivera, profesor e investigador de la Escuela de Ciencias Políticas; el Dr. José Luis Vega Carballo, profesor jubilado de la Escuela de Sociología; y como moderadora la M.Sc. Anabelle Ulate, directora del Observatorio del Desarrollo de la UCR.
Todos los expositores consideran que el insigne ex Rector de la Universidad de Costa Rica entre 1952 y 1961, abogado y economista de profesión, pensador, filósofo, ideólogo, escritor, entre muchas otras facetas de su vida debe servir de ejemplo para las nuevas y actuales generaciones de la clase política, porque fue un gran intelectual y académico, activista político, que actuó siempre con respecto por los demás, educado, tolerante, luchador y un hábil negociador.

Pensador original
El Lic. José Luis Vega Carballo resaltó a Rodrigo Facio como un pensador original,  muy valioso “sobre todo hoy que priva el pensamiento único”, quien se adelantó en 10 o 15 años al pensamiento económico de la Cepal, el ideólogo de la clase media y la movilidad social, un convencido de que había que  dinamizar la estructura social, quien creyó y defendió el Código de Trabajo y las Garantías Sociales, estimuló la función social de la propiedad privada, y una redistribución del ingreso.
Entre muchos de sus logros resaltó que con solo 24 años en 1941 presentó su tesis en la Escuela de Derecho de la UCR y esta se convirtió en el libro Economía costarricense, un año después, con el cual demuestra su gran capacidad analítica, y profundidad de pensamiento desde muy joven.
Según afirmó Vega Carballo, Rodrigo Facio siempre tuvo una visión de conjunto y de largo plazo, “fue y sigue siendo la máxima figura intelectual y política del  reformismo progresista”. Propuso en 1943 la creación de las instituciones  autónomas del Estado, que las denominó servicios públicos de administración, de control e inspección y de protección, estímulo y organización.  Planteó la necesidad de la planificación económica y escribió 18 pautas para lograrlo.
Tiene el indiscutible mérito de habernos señalado un camino, el cual es necesario retomar con un análisis histórico social y una reflexión donde Rodrigo Facio la dejó, para volcarnos de lleno al estudio de las condiciones reales de subdesarrollo y dependencia, de posibilidad de autonomía, de superar la miseria  y la ignorancia, con nuevos estudios y audaces planes que exploren las alternativas y comprometan la acción política, afirmó el expositor.
“Qué es esta propuesta si no una renovación del ideario que animara a Rodrigo Facio,  un llamado para su actualización, en momentos en que el país parece dejar atrás otra etapa de evolución”, aseveró.

Apasionado por la libertad
Para el Prof. Luis Guillermo Solís Rodrigo Facio fue un liberal de espíritu,  “que privilegia la independencia personal, que busca garantías frente al poder político, que aborrece la dictadura, que es tolerante en lo religioso, que defiende la libertad de conciencia y de pensamiento”.  Resaltó su apasionado amor por la libertad con una clara vocación política, que se concreta con la creación y su participación de lleno en el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales y luego con su militancia en el Partido Liberación Nacional, que nace en 1945.
Apoyó la legislación social que impulsó el gobierno de Calderón Guardia, en los años de 1940, pero las criticó como insuficientes y propuso que se acompañaran de otras medidas, por lo cual tuvo pugnas con sus compañeros de partido.
Probablemente era “en esencia un social demócrata, mucho más que sus compañeros de partido como José Figueres o Francisco Orlich”, aseveró Solís.
Según lo afirmó en su intervención “fue el pensador de la clase media” y un auténtico visionario. “Siempre me sorprende como una persona tan joven podría tener un proyecto de país tan bien pensado en su cabeza”, gracias a lo cual la Segunda República pudo articularse, afirmó.
El politólogo señaló “el exilio político” que para él significan los nueve años en que fungió como rector de la UCR, en los cuales no hizo carrera partidista.  “Podemos especular e imaginarnos la otra dimensión de la política, que no es tan prístina”, probablemente “se rasparon la pintura los fundadores de Liberación Nacional y don  Rodrigo que no tenía ese talante, encontró un lugar mejor donde depositar sus esfuerzos”, al referirse a la UCR, en donde trabajó “con la misma excelencia que lo caracterizó siempre”. 

Destacada figura
En su intervención, el Dr. Alex Solís Fallas resaltó la participación de  Rodrigo Facio como  la figura más destacada de la Asamblea Constituyente de 1949, su principal ideólogo y un gran estratega que logró sin vociferar ni perder la compostura, salir airoso con la tarea que se propuso, de que la nueva Constitución incorporara los elementos fundamentales que la Junta de Gobierno quería para el país, pese a ser parte de la minoría en la Asamblea Nacional Constituyente.
Coincidió con Luis Guillermo Solís en que “está absolutamente claro cuál es su misión en ese cuerpo y además tiene en su mente una visión de Estado y lucha para que quede plasmada en la Carta Fundamental”, manifestó.
Agregó que Facio Brenes estaba preparado para dotar al país de una constitución a la altura de los tiempos modernos, porque él quería un cambio para Costa Rica.
“Vamos a darle al pueblo costarricense una nueva constitución que responda a aquellos anhelos para que a la par de la libertad y la democracia política, se garanticen medidas que sirvan de fundamento material para que el pueblo pueda ejercer sus derechos políticos, sin la carga de condiciones sociales y económicas, que violen su capacidad de vivir y su necesidad de vivir dignamente”, citó Solís en alusión al pensamiento de Rodrigo Facio sobre lo que quería darle al país con la nueva Constitución.
Para el profesor universitario Rodrigo Facio debe servir de inspiración y tomarlo de ejemplo para la clase política de este tiempo, porque  en esa época igual que ahora se hacía uso del chantaje, la política del miedo, la falta de liderazgo, el personalismo, la mentira, son los mismos problemas que él denunciaba en los años 40 “Como país deberíamos  reflexionar con la situación que estamos viviendo, si no rompemos con la situación de estancamiento y definimos un rumbo hacia donde ir, podría ser muy peligroso para nuestra paz social”, advirtió.


martes, 7 de junio de 2011

Recomendación Cinematográfica (Marzo-Junio)

Marzo





Título: La Dolce Vita
Dirección: Federico Fellini
País: Italia
Año: 1960
Género: Drama
Duración: 174 minutos







 
Abril





Título: Good Bye Lenin!
Dirección: Wolfgang Becker
País: Alemania
Año: 2004
Género: Tragicomedia
Duración: 121 minutos







 

Mayo





Título: 2001: A Space Odyssey
Dirección: Stanley Kubrick
País: Estados Unidos
Año: 1968
Género: Ciencia Ficción
Duración: 141 minutos [general]/161 minutos [estreno]








Junio





Título: Smultronstället
Dirección: Ingmar Bergman
País: Suecia
Año: 1957
Género: Drama
Duración: 91 minutos

sábado, 4 de junio de 2011

Discurso de Lisias

Rene Magritte - Los Amantes
El siguiente discurso se encuentra inserto en el diálogo de Platón titulado Fedro o de la belleza. La alocución, es una pequeña ponencia que Lisias le dice al joven Fedro, sin embargo, es contexto en que se narra en el diálogo es una conversación que mantienen Sócrates y Fedro, al ir andando en las afueras de la ciudad.
 Fedro dice a Sócrates, refiriéndose a su plática con Lisias:

(...) el discurso, que nos ocupó por tan largo espacio, no sé por qué casualidad rodó sobre el amor. Lisias supone un hermoso joven, solicitado, no por un hombre enamorado, sino, y esto es lo más sorprendente, por un hombre sin amor, y sostiene que debe conceder sus amores más bien al que no ama, que al que ama.

Dicha suposición de Lisias es la que será expuesta a continuación. Evitando abusar del exordio, los dejo con el discurso.

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“Escucha

Conoces todos mis sentimientos, y sabes que miro la realización de mis deseos como provechosa a ambos. No sería justo rechazar mis votos, porque no soy tu amante. Porque los amantes, desde el momento en que se ven satisfechos, se arrepienten ya de todo lo que han hecho por el objeto de su pasión. Pero los que no tienen amor no tienen jamás de qué arrepentirse, porque no es la fuerza de la pasión la que les ha movido a hacer a su amigo todo el bien que han podido, sino que han obrado libremente, juzgando que servían así a sus más caros intereses. Los amantes consideran el daño causado por su amor a sus negocios, alegan sus liberalidades, traen a cuenta las penalidades que han sufrido, y después de tiempo creen haber dado pruebas positivas de su reconocimiento al objeto amado. Pero los que no están enamorados, no pueden, ni alegar los negocios que han abandonado, ni citar las penalidades sufridas, ni quejarse de las querellas que se hayan suscitado en el interior de la familia; y no pudiendo pretextar todos estos males, que no han llegado a conocer, sólo les resta aprovechar con decisión cuantas ocasiones se presenten de complacer a su amigo.

Se alegará quizá en favor del amante, que su amor es más vivo que una amistad ordinaria, que está siempre dispuesto a decir o hacer lo que puede ser agradable a la persona que ama, y arrostrar por ella el odio de todos; pero es fácil conocer lo falaz de este elogio, puesto que, si su pasión llega a mudar de objeto, no dudará en sacrificar sus antiguos amores a los nuevos, y, si el que ama hoy se lo exige, hasta perjudicar al que amaba ayer.

Racionalmente no se pueden conceder tan preciosos favores a un hombre atacado de un mal tan crónico, del cual ninguna persona sensata intentará curarle, porque los mismos amantes confiesan que su espíritu está enfermo y que carecen de buen sentido. Saben bien, dicen ellos, que están fuera de sí mismos y que no pueden dominarse. Y entonces si llegan a entrar en sí mismos, ¿cómo pueden aprobar las resoluciones que han tomado en un estado de delirio?

Por otra parte, si entre tus amantes quisieses conceder la preferencia al más digno, no podrías escoger sino entre un pequeño número; por el contrario, si buscas entre todos los hombres aquel cuya amistad desees, puedes elegir entre millares, y es probable que en toda esta multitud encuentres uno que merezca tus favores.

Si temes la opinión pública, si temes tenerte que avergonzar de tus relaciones ante tus conciudadanos, ten presente, que lo más natural es, que un amante, que desea que le envidien su suerte, creyéndola envidiable, sea indiscreto por vanidad, y tenga por gloria publicar por todas partes, que no ha perdido el tiempo, ni el trabajo. Aquel que dueño de sí mismo, no se deja extraviar por el amor, preferirá la seguridad de su amistad al placer de alabarse de ella. Añade a esto, que todo el mundo conoce un amante, viéndole seguir los pasos de la persona que ama; y llegan al punto de no poder hablarse, sin que se sospeche que una relación más íntima los une ya, o va bien pronto a unirlos. Pero los que no están enamorados, pueden vivir en la mayor familiaridad, sin que jamás induzcan a sospecha; porque se sabe que son lícitas estas asociaciones, formadas amistosamente por la necesidad, para encontrar alguna distracción.

¿Tienes algún otro motivo para temer? ¿Piensas que las amistades son rara vez durables, y que un rompimiento, que siempre es una desgracia para ambos, te será funesto, sobre todo después del sacrificio que has hecho de lo más precioso que tienes? Si así sucede, es al amante a quien debes sobre todo temer. Un nada le enoja, y cree que lo que se hace es para perjudicarle. Así es, que quiere impedir al objeto de su amor toda relación con todos los demás, teme verse postergado por las riquezas de uno, por los talentos de otro, y siempre está en guardia contra el ascendiente de todos aquellos que tienen sobre él alguna ventaja. El te cizañará para ponerte mal con todo el mundo y reducirte a no tener un amigo; o si pretendes manejar tus intereses y ser más entendido que tu celoso amante, acabarás por un rompimiento. Pero el que no está enamorado, y que debe a la estimación que inspiran sus virtudes los favores que desea, no se cela de aquellos que viven familiarmente con su amigo; aborrecería más bien a los que huyesen de su trato, porque vería en este alejamiento una señal de desprecio, mientras que aplaudiría todas aquellas relaciones, cuyas ventajas conociese. Parece natural, que dadas estas condiciones, la complacencia afiance la amistad, y que no pueda producir resentimientos. Por otro lado, la mayor parte de los amantes se enamoran de la belleza del cuerpo, antes de conocer la disposición del alma y de haber experimentado el carácter, y así no puede asegurarse si su amistad debe sobrevivir a la satisfacción de sus deseos. Los que no se ven arrastrados por el amor y están ligados por la amistad antes de obtener los mayores favores, no podrán ver en estas complacencias un motivo de enfriamiento, sino más bien un gaje de nuevos favores para lo sucesivo.

¿Quieres hacerte más virtuoso cada día? Fíate de mí antes que de un amante. Porque un amante alabará todas tus palabras y todas tus acciones sin curarse de la verdad ni de la bondad de ellas, ya por temor de disgustarte, ya porque la pasión le ciega; porque tales son las ilusiones del amor. El amor desgraciado se aflige, porque no excita la compasión de nadie; pero cuando es dichoso, todo le parece encantador, hasta las cosas más indiferentes. El amor es mucho menos digno de envidia que de compasión. Por el contrario, si cedes a mis votos, no me verás buscar en tu intimidad un placer efímero, sino que vigilaré por tus intereses durables, porque, libre de amor, yo seré dueño de mí mismo. No me entregaré por motivos frívolos a odios furiosos, y aun con los más graves motivos dudaré en concebir un ligero resentimiento. Seré indulgente con los daños involuntarios que se me causen, y me esforzaré en prevenir las ofensas intencionadas. Porque tales son los signos de una amistad que el tiempo no puede debilitar.

Quizá crees tú que la amistad sin el amor es débil y flaca; y, si fuera así, seríamos indiferentes con nuestros hijos y con nuestros padres y no podríamos estar seguros de la felicidad de nuestros amigos, a quienes un dulce hábito, y no la pasión, nos liga con estrecha amistad. En fin, si es justo conceder sus favores a los que los desean con más ardor, sería preciso en todos los casos obligar, no a los más dignos, sino a los más indigentes, porque libertándolos de los males más crueles, se recibirá por recompensa el más vivo reconocimiento. Así pues, cuando quieras dar una comida, deberás convidar, no a los amigos, sino a los mendigos y a los hambrientos, porque ellos te amarán, te acompañarán a todas partes, se agolparán a tu puerta experimentando la mayor alegría, vivirán agradecidos y harán votos por tu prosperidad. Pero tú debes por el contrario favorecer, no a aquellos cuyos deseos son más violentos, sino a los que mejor te atestigüen su reconocimiento; no a los más enamorados, sino a los más dignos; no a los que sólo aspiran a explotar la flor de la juventud, sino a los que en tu vejez te hagan partícipe de todos sus bienes; no a los que se alabarán por todas partes de su triunfo, sino a los que el pudor obligue a una prudente reserva; no a los que se muestren muy solícitos pasajeramente, sino a aquellos cuya amistad, siempre igual, sólo concluirá con la muerte; no a los que, una vez satisfecha su pasión, buscarán un pretexto para aborrecerte, sino a los que, viendo desaparecer los placeres con la juventud, procuren granjearse tu estimación.

Acuérdate, pues, de mis palabras, y considera que los amantes están expuestos a los consejos severos de sus amigos, que rechazan pasión tan funesta. Considera, también, que nadie es reprensible por no ser amante, ni se le acusa de imprudente por no serlo.

Quizá me preguntarás, si te aconsejo que concedas tus favores a todos los que no son tus amantes; y te responderé, que tampoco un amante te aconsejará la misma complacencia para todos los que te aman. Porque favores prodigados de esta manera no tendrían el mismo derecho al reconocimiento, ni tampoco podrías ocultarlos, aunque quisieras. Es preciso que nuestra mutua relación, lejos de dañarnos, nos sea a ambos útil.

Creo haber dicho bastante; pero si aún te queda alguna duda, si es cosa que no he resuelto todas tus objeciones, habla; yo te responderé.”

Pueden ver todo el diálogo haciendo click aquí.